El Trienio Liberal (1820-1823) de Rafael de Riego, que defendía la Constitución de 1812, fue eliminado por Francia con la colaboración de los propios españoles conservadores.
En la década de 1820, España vivió una de las etapas más convulsas de su historia contemporánea: el Trienio Liberal (1820-1823). Tras el pronunciamiento del coronel Rafael del Riego en enero de 1820, el rey Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución de 1812, instaurando un régimen liberal que puso fin —al menos temporalmente— al absolutismo instaurado tras su regreso en 1814.
El contexto político
El nuevo gobierno liberal impulsó reformas profundas: abolición de instituciones señoriales, reducción del poder de la Iglesia en la vida política, creación de una milicia nacional y fortalecimiento de las Cortes. Estas medidas chocaron frontalmente con los intereses de los sectores conservadores, formados por gran parte de la nobleza, el alto clero, funcionarios de tradición absolutista y campesinos influenciados por la jerarquía eclesiástica.
Para los conservadores, el régimen liberal no solo representaba una amenaza a sus privilegios, sino también un peligro para la estabilidad social. Muchos identificaban las reformas con los excesos de la Revolución Francesa y temían que España se precipitara hacia un escenario de desorden, anticlericalismo y ruptura del orden jerárquico tradicional.
La alianza de los conservadores con el exterior
Mientras los liberales intentaban consolidar sus reformas, los absolutistas comenzaron a organizarse en partidas armadas —los llamados realistas— y a buscar apoyo en el extranjero. Francia, bajo la monarquía borbónica de Luis XVIII, observaba con recelo el experimento liberal español, temiendo que sus ideas se propagasen por Europa.
En este contexto, los conservadores españoles vieron en Francia un aliado natural. La intervención extranjera se convirtió en un objetivo político para ellos, pues era la vía más rápida y segura de restaurar el absolutismo y devolver el poder pleno a Fernando VII. La Santa Alianza —coalición de potencias europeas defensoras del Antiguo Régimen— avaló la idea de intervenir en España para frenar el liberalismo.
La intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis
En 1823, las potencias de la Congreso de Verona autorizaron a Francia a intervenir militarmente. Bajo el mando del duque de Angulema, un ejército de alrededor de 100.000 hombres —los célebres Cien Mil Hijos de San Luis— cruzó los Pirineos con el apoyo logístico y moral de los realistas españoles.
En cuestión de meses, el régimen liberal colapsó. Las ciudades más conservadoras recibieron a las tropas francesas como libertadoras, y los realistas locales colaboraron activamente en la caída del gobierno de Riego. Finalmente, Fernando VII fue liberado en Cádiz y restablecido como monarca absoluto, iniciando la llamada década ominosa (1823-1833), caracterizada por una dura represión contra los liberales.
En definitiva, el apoyo de los conservadores españoles a la intervención francesa en 1823 no fue un acto improvisado, sino el resultado de una alianza ideológica y de intereses. Para ellos, el régimen de Riego representaba una ruptura intolerable con la tradición y la autoridad monárquica. La entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis selló el destino del Trienio Liberal y devolvió a España al absolutismo, reforzando, al menos temporalmente, el orden político y social que estos sectores defendían.